LAS PELÍCULAS HEROICAS (IV): KIKE MESA: CELULOIDE EN LAS VENAS. (Primera parte)



El próximo día 23 de noviembre, se estrena Maniac Tales, película creada y producida por Kike Mesa y codirigida por él mismo y por Denise Castro, Enrique García, Abdelatif Hwidar y Rodrigo Sancho. En esta entrevista, hablamos con Kike Mesa y conocemos aspectos sorprendentes y relevantes de su trayectoria y de su personalidad (Fotografía del director: Lorenzo Hernandez)


Llegamos a las oficinas de la productora de Kike Mesa y, desde el primer momento, no tenemos la sensación de estar en unas oficinas sino, más bien, de que hemos entrado, de improviso, en un santuario dedicado al cine. Y es santuario por partida triple. En primer lugar, porque aquí es donde Kike Mesa vuelca toda su pasión (que es desbordante) y todo su entusiasmo (que parece infinito) por el séptimo arte y donde tienen su origen los proyectos que, a pesar de las dificultades y obstáculos (de los que hablaremos a lo largo de las dos partes en las que se divide esta entrevista) ha logrado ir sacando adelante. Uno de ellos, la película de terror compuesta de cinco historias Maniac Tales, que, creada y producida por el propio Kike Mesa, codirigida por él mismo y por Denise Castro, Enrique García, Abdelatif Hwidar y Rodrigo Sancho y protagonizada por Enrique Arce (quien ha alcanzado gran popularidad por el personaje que interpreta en la serie La casa de papel), tras proyectarse en la Sección Oficial del Festival de Málaga del año pasado, se estrena el próximo viernes 23 de noviembre. Este estreno es el motivo que nos ha llevado a hablar con él y llevar la conversación mucho más allá de lo que inicialmente habíamos pensado.


Imagen de Maniac Tales, con su protagonista, Enrique Arce, en un intenso momento de la película

En segundo lugar, estas oficinas son un santuario porque acumulan gran cantidad de fotografías, recuerdos y elementos reales de atrezzo de muchas películas que forman parte del imaginario cinematográfico de Kike: desde imágenes de Kill Bill o Pulp Fiction de Quentin Tarantino. hasta pósters de Apocalypse Now, pasando por fotografías de Billy Wilder, Audrey Hepburn, Marilyn Monroe y Elvis Presley, por el cartel anunciador del VIII Festival de Cine Fantástico de Málaga, celebrado en el año 1996 (y que utilizaba como motivo el cuadro ¡Y que tenía corazón! de Enrique Simonet, que, ahora, es una de las obras estrellas del Museo Provincial de Málaga, reabierto en el año 2016) y numerosísimos objetos que pasaron por los rodajes de numerosos films de terror que cuentan con la predilección de nuestro entrevistado.



Las oficinas de Kike Mesa son todo un homenaje vivo al mundo del cine (Fotografía: Lorenzo Hernandez)

En tercer lugar, y esto es lo que convierte este lugar en un santuario real, es que Kike tiene en su mesa de trabajo las cenizas de Jesús Franco, del tío Jess, ese director con más de doscientas películas en su haber, con una extensa legión de seguidores (entre los que me cuento), único, inclasificable, que no causaba indiferencia con ninguno de sus títulos, dotado con un pulso narrativo y un sentido visual únicos en nuestro cine y realizador de joyas irrepetibles y, al mismo tiempo, de películas que no parecían estar a la altura de su gran talento. Jesús Franco tiene mucho de enigma pendiente de resolver y de personalidad inabarcable, pero creo que su presencia tutelar está en esta entrevista iluminándonos para que no digamos ninguna “imbecilidad”, “gilipollez” o comentario "casposo", que sería lo que, sin duda, más le molestaría.



Las cenizas de Jesús Franco sobre la mesa de trabajo de Kike Mesa (Fotografía: Lorenzo Hernandez)

Ya que Kike Mesa siente debilidad por el género del terror, vamos a empezar la entrevista con un bucle temporal, de modo que no sabemos muy bien si nos estamos refiriendo al final o al principio de todo. Pudiera ser el final, porque hablamos de un documental, Imborrable, que actualmente se está rodando entre Málaga y Dinamarca (ahora explicaremos el porqué de esas dos localizaciones), por lo que sería el próximo proyecto de Kike, pero que, al mismo tiempo, es el principio, porque esta película trata del rodaje en Málaga (en el Cortijo Jurado, un lugar envuelto en leyendas, misterios y rumores de acontecimientos sobrenaturales) del corto Un golpe definitivo hace 18 años (corto dirigido por Jorge Rivera y en el que nuestro entrevistado participó como operador de cámara), rodaje que devino en odisea imposible y en ejemplo de obra maldita por los motivos que a continuación se van a explicar.


Empezamos hablando con Kike Mesa del proyecto en el que ahora está embarcado: el documental Imborrable. (Fotografía: Lorenzo Hernandez)


IMBORRABLE: CRÓNICA DE UN CORTO "MALDITO"

CINE CONTEXTO: Buenos días, Kike. Para empezar, háblanos de cuál era la historia que se narraba en Un golpe definitivo.

KIKE MESA: Un golpe definitivo estaba basado en el cuento de Lovecraft El terrible anciano. Y cuenta la historia de un viejo que vive solo en un castillo o en una casa un poco tenebrosa y hay unos ladrones que, en un momento dado, entienden que se trata de un hombre vulnerable y que le pueden robar, y que, para ello, se juntan para ejecutar su plan. Es la típica historia en que esos ladrones acaban siendo las víctimas porque el anciano escondía un tesoro pero el tesoro no era otro que los corazones de la gente que entraba en su casa: los descuartizaba, los despedazaba…

CINE CONTEXTO: Hay una película de terror reciente, No respires (2016), de Fede Alvarez, que narra una historia hasta cierto punto similar…

KIKE MESA: Efectivamente. Es la típica historia del “cazador cazado”. En este caso, nos gustó la historia y empezamos a localizar. Paulino Cuevas era el productor.  Con la excusa de la historia de este corto, pues en el documental que estamos preparando hablamos de la generación de cineastas de Málaga de hace 20 años, de qué nos pasó con ese cortometraje… Y todo gira en torno a un viaje que Jorge Rivera, el director del corto, hace desde Copenhague (que es donde reside ahora) a Málaga, y, además, hablamos de casas encantadas en el cine, de nuestra casa encantada, que es el Cortijo Jurado, la referencial aquí en Málaga como casa mágica, de por qué el cine se retroalimenta tanto de las casas encantadas, de por qué a los cineastas nos gustan tanto las historias de las casas encantadas… Tenemos la participación de psiquiatras, psicólogos, antropólogos, filósofos para hablar de este concepto, que es muy interesante, y todos hacen aportaciones desde su propia perspectiva. Sale Laura Falcó Lara, que es de la familia Lara, los editores, y es vicepresidenta del Grupo Planeta y presidenta del Grupo Prisma, que es uno de los sellos del grupo. Es periodista de lo paranormal y ella misma se reconoce como médium o sensitiva. Aparece un responsable de salud mental del Hospital Costa del Sol, y nos dice que hay una compulsión hacia el terror porque nos provoca un placer negativo. Y como la casa significa el sitio supuestamente de seguridad, el sitio más seguro de nuestro entorno, cuando la casa se convierte en enemigo nos genera todavía más desasosiego y la compulsión generada es aún mayor.

CINE CONTEXTO: Una especie de placer culpable…

KIKE MESA: Totalmente… Es un placer morboso, bastante doloroso, con un componente masoquista.

CINE CONTEXTO: Es algo que se te pasa siempre por la cabeza cuando ves una película de terror y van los protagonistas en un coche y toman el atajo que no querían tomar… Llegas a la conclusión de que es que querían meterse por ahí…

KIKE MESA: Pasa siempre igual. Cuando la chica se queda sola, tú dices: “Pero, ¿para qué te quedas sola, alma de cántaro?¿Cómo te vas a quedar sola justo ahora?”. Pues en este documental que estamos preparando, y con el que yo me estoy quedando muy contento, hablamos de todos estos temas… Aquí, por ejemplo (nos enseña en la pantalla del ordenador algunas imágenes que ya están rodadas), habla el crítico de cine más importante de Dinamarca. Este que aparece ahora es Enrique Pedraza, que es escritor y periodista, y que aquí nos habla de Lovecraft…



Kike Mesa nos muestra una imagen rodada para el documental Imborrable en la que se ve el Cortijo Jurado, localización principal del corto Un golpe definitivo que se rodó en Málaga hace casi 20 años (Fotografía: Lorenzo Hernandez)


KIKE MESA: Estos son los primeros “brutos” que estamos haciendo de montaje. Esto ya irá cogiendo forma. Pero creo que va a quedar un trabajo consistente. Un trabajo muy cinéfilo. Como ya te he comentado, habla de Lovecraft, de fenómenos, de casas encantadas… Pero es muy interesante, también, para gente de aquí de Málaga, porque habla de la generación que hace 20 años decidió hacer cine en esta ciudad y en el que se cuentan muchas anécdotas sobre el rodaje de Un golpe definitivo. En realidad, ese fue un corto maldito por muchos motivos. Entre otros, porque contábamos con tan pocos medios que el generador de electricidad era el generador de una obra que ni tan siquiera estaba suficientemente condicionado para un rodaje por lo que el ruido que provocaba estaba por encima de todo. Cuando yo llegué allí, que era el cámara, el responsable de ver aquello y de iluminarlo, y no había jefe de sonido, y yo mismo ponía los auriculares, yo dije: “Señores, no hace falta que los actores sepan el texto ni nada. Porque no se va a poder oír lo que dicen. Después, habrá que doblarlo”. Cuando yo dije eso, aquellos actores que teníamos, que eran grandes actores, actores muy vocacionales, uno de ellos Pepe González Rubio, un guardia civil retirado que decidió dedicarse a la interpretación, en cuanto supo que no tenía que preocuparse del texto, encargó junto a otro actor, que era amigo suyo, una botella de aguardiente, porque hacía mucho frío. Y se la “cargaron”. Y cuando se “cargaron” la botella de aguardiente, es que el texto ya no se lo sabía nadie. Había una chica que estaba allí que hacía de apuntadora porque el director, Jorge Rivera, que ahora también dirige este documental, quería que, aunque posteriormente se iba a hacer el doblaje, los actores leyeran el texto por aquello de los movimientos de la boca. Y se daba la circunstancia de que a la chica que apuntaba, la oíamos todos menos quien tenía que oírla… El documental se llama Imborrable porque se borraron, por accidentes varios, todas las copias del corto. Cuando hace 20 años, Jorge estaba intentando montar ese cortometraje, sucesivamente, en diversos sitios, lugares y regiones se fueron borrando todos y cada uno de los montajes. Lo único que no se pudo borrar fue la leyenda. Pero, ¿por qué se borraron todas las copias? Pues porque en esa época teníamos unos equipos técnicos que no sabíamos manejar del todo, fue cuando empezaba la era digital, los formatos eran incompatibles unos con otros, el equipo que estaba montando a lo mejor no tenía capacidad para montar eso y  se pegaba unos “calentones” que no veas… Cinco montajes se borraron. Y, por eso, este documental se llama Imborrable. Este documental verá la luz en el Festival de Málaga.

CINE CONTEXTO: Ahí es donde no se sabe dónde termina lo técnico y dónde empieza lo paranormal…

KIKE MESA: Claro. Es esa área gris, difusa, con la que nosotros también jugamos un poco. ¿Ocurrieron cosas? Sí. ¿Son normales o no? Pues no lo sabemos. Yo soy muy pragmático, Jorge también y ninguno de los dos somos tendenciosos de creer en cosas extrañas. Lo que sí es cierto es que con ese cortometraje llegamos a aparecer en programas tipo Cuarto Milenio porque se generó toda una leyenda. Yo tengo mi teoría, que es que, como aquellas cosas ocurrieron en un entorno de fabuladores como somos los cineastas, fue un caldo de cultivo idóneo. Si esas cuatro o cinco cosas que ocurrieron, hubieran ocurrido entre peones agrícolas o ingenieros agrónomos, hubiera pasado más de soslayo pero, como aquello ocurrió en un grupo de narradores de historias que, cuando contamos una cosa, cada vez la adornamos más, pues todo se engrandeció… Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, uno de los actores se fue de viaje a su casa, desapareció y nunca más volvió…

CINE CONTEXTO: Ese es un tema importante. Hans Meyer, el actor, ¿murió o no?

KIKE MESA: Al final, desapareció… Hemos investigado y resulta que no murió. Pero la noticia que nos llegó a nosotros es que había muerto. Hasta se hizo un funeral. Luego, ardió una frutería en la que habíamos rodado y teníamos que volver a rodar. Tenía raccord y no pudimos hacerlo porque salió ardiendo. Uno de los niños que aparecía, y que tenía que volver a aparecer, estuvo cuatro meses en el hospital por una patología que nunca se descubrió a qué se debía. Se borraban las cosas, la gente decía que veía a otra gente dentro del cortijo, las chicas de producción no querían cruzar aquello por miedo… Cuando a mí me preguntaban en medios especializados: “¿Había allí presencias?”, yo decía: “Un montón. Pero la mitad eran yonquis que nosotros no éramos capaces de echar fuera para el rodaje”. Eso mostraba las carencias que teníamos. Y todo eso que ocurría, ocurría en un entorno de fabuladores. El propio Pepe González Rubio era un narrador de historias buenísimo. Adelardo Méndez, que era escritor y también era uno de los actores, también iba contando historias por ahí… Y, al final, nació la leyenda de aquel corto en Cortijo Jurado que ahora hemos retomado para Imborrable.


 Kike Mesa contextualiza todo lo que sucedió en torno al cortometraje Un golpe definitivo (Fotografía: Lorenzo Hernandez)


LOS ORÍGENES DE SU PASIÓN POR EL CINE. LOS AÑOS DE FORMACIÓN. TRAYECTORIA PROFESIONAL EN MÁLAGA.

Pero, ahora, debemos dar un paso atrás (en dos dimensiones, desde Imborrable y desde Un golpe definitivo) para encontrar los orígenes de la pasión de Kike Mesa por el cine y lo hacemos a través de los objetos que decoran su oficina. Empezamos con dos butacas que hay a mano izquierda de la entrada.

KIKE MESA: Estas son dos butacas del América Multicines. En su momento, se las quedó un coleccionista, que se las llevó a Alhaurín. Yo estaba allí cuando derribaron el América Multicines porque a mí me entró la paranoia de llevarme la pantalla del cine. Como si la pantalla atesorara todo lo que habían proyectado en ella. Yo pedí permiso y me dijeron que me podía llevar la pantalla. Y cuando estaban allí los obreros, que estaban ahí picando, la pantalla blanca que estaba cogida al marco me la llevé yo. Tuve que escalar por el marco, descoserla, cortarla con un cuchillo… Cuando cayó la pantalla, me ayudó a enrollarla un amigo. La pantalla es una lona, perforada, y aquello, para llevármelo, me costó un trabajo enorme meterla en el coche porque aquello era inmenso. Yo había visto allí cantidad de películas. Te puedo contar muchísimas anécdotas que me han sucedido en ese cine. A mí me ha pasado de sacarme una entrada y ser el único espectador en la última función, eso fue en los ochenta, donde hubo una crisis y no iba nadie al cine... Yo había sacado una entrada para las diez y media, de modo que la película acababa a las doce y media. Entonces, cuando llegué allí, en la puerta me estaban esperando los dos de cabina y el del ambigú y me dijeron: “Tío, si quieres, si te vas y nos dejas libre para que nosotros nos vayamos también, mañana vienes y te ves las películas que quieras”. Dije que sí y, al día siguiente, volví y vi cuatro películas. El América Multicines tenía siete salas. Cuando éramos pequeñajos, lo que hacíamos es que, poquísimo antes de acabar la película, cuando empezaban los créditos, salíamos y nos encerrábamos en los baños para meternos, después, en otra sala y ver otra película sin pagar. A veces, veíamos dos o tres películas de esa manera. Yo recuerdo que a mí no me dejaron ver Toro salvaje por la edad. Y fue algo que se me quedó marcado. Hasta que no vi esa película, yo no paré. La pude ver al final en Córdoba, mi familia es cordobesa, en el Cine Almirante, en la que la pusieron de reposición. Pues, cuando el América cerró, hubo alguien que se llevó las butacas. Y, al final, ese hombre murió y el hijo, no sé cómo, acabó contactando conmigo y yo me quedé con la mitad de ellas. Dylan Moreno, mi socio en la productora, se llevó la otra mitad. Estas dos son de las que tenían ellos para reponer. 

CINE CONTEXTO: Por el tipo de películas que has hecho después, yo creo que a ti te tuvo que marcar un tipo muy concreto de cine…

KIKE MESA: Yo soy de la generación del 70. Y yo siempre lo diré: mi madre siempre ha sido una gran narradora de historias. En aquella época, mi madre y mi padre podía ir pocas veces al cine porque tenían cuatro hijos, yo era el mayor de los hermanos, y no se podían permitir ir en más ocasiones. Estaba el cine Astoria y, cuando conseguía que una tía mía se pudiera quedar conmigo y con mi hermana, iban a ese cine a ver una película. Yo estaba loco por que mi madre volviese de la película y me la contase porque mi madre contaba las películas de la mejor manera posible. Nadie me las ha contado como ella lo hacía. Al día siguiente, mientras ella fregaba los platos, yo me sentaba al lado, en un taburete chiquitito, y la escuchaba. Me contaba películas como La aventura del Poseidón, que la vieron allí. O El coloso en llamas, todo ese cine espectacular de los 70, con grandes catástrofes… Ha habido veces que visto la película y me ha parecido peor que la narración que mi madre me hacía. Pero sí es cierto que a mí siempre me atraía ese cine que te prohibían, ese cine en que el te decían: “No puedes verla porque todavía eres muy pequeño”. Me acuerdo, por ejemplo, del programa Mis terrores favoritos, de TVE, o de los dos rombos… Ese cine de dos rombos, que casi nunca era por sexo, era normalmente por terror… Y yo me preguntaba: “¿Qué estará pasando ahí que no lo puedo ver porque me lo están prohibiendo?”. Y, a veces, cuando conseguía escaparme y meterme debajo de la mesa para ver la película que ponían, mi padre se hacía un poco el loco y me dejaba estar… Y siempre me daba cuenta de que era mejor lo fabulado que lo visto. Aquello que, en un momento dado, yo fabulaba y yo pensaba que podía estar sucediendo en esa película que no me dejaban ver… Entonces, por ello, me gustaba el género de terror. Todo Hitchcock me encantaba. Recuerdo la primera vez que vi La soga, la vi debajo de la mesa de mi casa, que no sé por qué la pusieron para mayores de 14 años porque no se ve nada, todo estaba contado…



Kike Mesa sentado sobre una de las butacas del antiguo América Multicines, que cerró sus puertas en el año 2003 (Fotografía: Lorenzo Hernandez) 


Revisando las paredes y las estanterías de las oficinas de la productora de Kike Mesa, volvemos a dar un salto temporal (y que viene a conectar una cosa con otra como el hueso de 2001: Una odisea del espacio con la nave especial, por una conexión lógica y perfectamente coherente) y pasamos del principio de todo al momento actual, a Maniac Tales (una película en la que esa preocupación por lo fabulado frente a lo visto se convierte en carne viviente), y damos con algunos de los elementos de atrezzo que aparecieron en la película.

KIKE MESA: Aquella mano y esa maleta de allí son de Maniac Tales. La hizo Amador Rehak. Es una mano que no aparece tal como la veis ahí porque la mano aparece vestida en la película como si fuera la mano de un muerto. Aquella calavera es la que aparece en el segmento “Skull of Desires”, que es el dirigido por Denise Castro. Teníamos dos calaveras hechas. Una es la que se utiliza en la pelea y es de corcho, es la que no pesa. Y la otra es de marmolina, es la que pesa, y es a la que se le encienden las luces.





La maleta y la mano y la calavera, elementos de atrezzo de Maniac Tales (Fotografía: Lorenzo Hernandez)

En este viaje con saltos temporales que estamos haciendo, el turno de entrar en profundidad en Maniac Tales será la semana que viene, por lo que ahora toca seguir con la trayectoria de Kike en el momento en que el cine se convierte en su profesión.

CINE CONTEXTO: ¿Cómo empezaste en el cine?¿Siempre has estado en Málaga?

KIKE MESA: Yo soy de Cabra, en Córdoba. Mi padre era funcionario de lo que, en aquella época, se llamaba la Caja Nacional. Lo destinaron a Málaga y nos vinimos aquí. Mi afición por el cine empieza porque mi padre tenía varios tomavistas. En aquellos tiempos, las películas eran caras. Un super-8 era muy caro comprarlo, aunque, entonces, incluía el revelado. Pero ocurría una cosa: mi padre era responsable de uno de los centros de salud de Málaga y las placas de radiología las fabricaba Agfa. Entonces, había un único proveedor y cuando llevaba las cajas de placas siempre regalaba a mi padre cuatro o cinco películas de super-8 de las que incluía el revelado. Tú las enviabas y venían de vuelta a tu casa con el revelado hecho. Con eso, empecé a hacer películas. Aprendí a cortarlas, a pegarlas con acetona… Ese Cine-Exin que tienes ahí (señala a otra de las estanterías) es real. Con cinco o seis años, los Reyes Magos me la trajeron… Y yo aprendí que el mejor sitio para proyectar, por la refracción que tenía, era la cisterna del cuarto de baño. Yo me metía allí y proyectaba en la cisterna, pasando las horas muertas en el cuarto de baño. El cine siempre me ha atraído desde todos los aspectos: tanto desde el punto de vista de espectáculo como a nivel narrativo. Aprendí, siendo muy niño, que las historias se podían montar. Un concepto que la gente no sabía, yo ya lo manejaba con pocos años. Cuando nos íbamos de viaje y mi padre me decía que yo hiciera las películas, yo ya sabía que, después, las ibas a montar, que un plano determinado lo iba a montar con ese otro que había rodado antes…

CINE CONTEXTO: Es decir, aprendiste las teorías de Kulechov por pura intuición…

KIKE MESA: Pues sí. Me fui haciendo de una pequeña técnica… En aquella época, en Málaga, era imposible estudiar cine. Mi familia es jurista y demás y decidí estudiar Derecho y Criminología. Las alternativas eran o Medicina o Económicas o Peritos y, todo lo demás, era un marasmo. Así que opté por Derecho. Pero no llegué a terminarla nunca. Llegué hasta cuarto y me negué a acabarlo. Y me cambié a Criminología, que sí la terminé. Entonces, le dije a mi padre que me quería dedicar al cine. Y él me respondió que, si quería hacer el loco, que primero me sacara unas oposiciones y que ya después hiciera lo que me diera la gana. Me saqué unas oposiciones en lo que ahora es el Servicio Andaluz de Salud, las de la escala básica, de técnico auxiliar y, después de eso, mi padre me permitió irme a La Habana para estudiar cine. Después, volvía, trabajaba en hospitales para poder pagarme mi estancia en Cuba, estuve yendo y viniendo y, en una de las ocasiones, tuve que decidir el quedarme aquí y si trabajaba de cineasta o si ejercía como detective privado, ya que me saqué el título cuando hice Criminología. Dos cosas que, para mí, estaban muy relacionadas ya que me encantaban las películas de detectives. Lo que sucedía es que me di cuenta de que esa profesión no existía en nuestro país. Era un oficio que no existía más allá de las pantallas. Al final, acabas siendo un “huelebraguetas”, como se dice, persiguiendo a mujeres infieles… Porque la legislación no permitía otra cosa. En Estados Unidos, donde eran más liberales, tenían un campo más amplio: eran un policía más, tenían su placa, solían ser expolicías y llevaban a cabo investigaciones de todo tipo. Entonces, decidí que no iba a ser un “huelebraguetas” y me lancé a la piscina. Me lancé a la piscina, hace unos veinticinco años, con un grupo de compañeros que estábamos en aquella época en la Facultad: estaba Paulino Cuevas, Jorge Rivera, Pepe Parejo, que era un tío que escribía en una revista, entonces incipiente, dedicada a la tecnología digital que se llamaba Cinema Pc, que editaban con un CD, Ramón Reina, que era director del Festival de Cine Fantástico… Organizaban una tertulia en la que estaba Pepe Moreno Portales, y nos juntábamos en un café que estaba allí en la Plaza de la Merced. Venía también a estas tertulias Salomón Castiel, que fue el fundador del Festival de Cine Español… Yo ya tenía la formación cinematográfica básica de la escuela de cine de San Antonio de los Baños de La Habana. Y, sobre eso, construí un poco mi carrera. En el documental Imborrable se habla de ello: ¿cómo se construyó esa generación de cineastas malagueños cuando en Málaga no había formación?



Kike Mesa se nos revela, ante todo, como una amante de la capacidad de fabulación que tiene el cine (Fotografía: Lorenzo Hernandez)


CINE CONTEXTO: ¿Cómo era la formación cinematográfica en Cuba?¿Corresponde a la realidad esa aureola mítica en el que siempre ha estado envuelta?

KIKE MESA: Sí, era muy buena. Aunque también ha pasado por etapas. Igual que la propia Cuba. San Antonio de los Baños, que era la escuela de cine y televisión de La Habana, fue fundada por Gabriel García Márquez. De hecho, él daba una asignatura que se denominaba “Cómo escribir un cuento”. Yo tuve la oportunidad de conocerlo. Yo siempre cuento que el dio la cara por mí cuando me abrieron un expediente de expulsión por montar una fiesta. Un expediente por “comportamiento antirrevolucionario” que, en realidad, fue “revolucionario”, lo que es montar una fiesta… Pero como allí esos comportamientos eran vistos como capitalistas y contrarrevolucionarios… Y, además, como yo estaba becado… La escuela era muy buena y te voy a decir por qué. La escuela la funda, como he dicho, Gabriel García Márquez y la dirige un español, Antonio Pozueco, que, entre otras cosas, fue productor de Verano azul, fue segundo a bordo de Pilar Miró y ahora vive en Nerja. Se funda al albor de quien era nodriza de Cuba en aquel momento, que era la Unión Soviética, y se nutre de técnicos de la Unión Soviética y, sobre todo, de Hungría y Checoslovaquia… Y se crea una escuela maravillosa, donde se hacía cine de verdad, donde aprendías a manejar las cámaras… Después, la escuela ha pasado por varias etapas. Ahora, ha entrado en la vorágine comercial de captar a muchos alumnos a los que les sacan mucha pasta… En mi época, no estaban tan interesados en sacar pasta a los alumnos como de utilizar a la escuela como adoctrinamiento con el fin de conquistar el mundo. Y lo consiguieron. Porque todos los que salíamos de allí, contábamos maravillas de la escuela. Benito Zambrano, por ejemplo, salió de esa escuela, en una promoción anterior a la mía.

CINE CONTEXTO: Y, una vez que te asientas en Málaga, ¿qué haces?

KIKE MESA: Todavía en Málaga no existía la Facultad de Comunicación Audiovisual. Se estaba poniendo en marcha. Ya hay una gente que quiere hacer cine, como ya te he contado, hay una efervescencia… Existía la titulación de Director Escénico y mucha gente la aprovechaba para poder hacer cine. Había ocurrido el fenómeno Banderas. No era el personaje que es ahora, pero ya estaba ahí, era una referencia de éxito. Pero tenía una doble lectura: si querías tener éxito, antes tenías que irte. Aquí, había cineastas como Mamerto López Tapia, como Miguel Alcobendas, como Julio Diamante, eran gente mayor con la que a mí me gustaba juntarme para aprender… Pepe Moreno Portales era el director del Festival de Cine Científico de Ronda… Ahora, tú ves a la gente que quiere hacer cine y son chavales jóvenes con rastas. Pero esa gente eran gente con corbata y con traje y que iban a un café a hablar de cine. Julio Diamante y Mamerto López Tapia dirigieron el Festival de Cine de Benalmádena, que se acabó consolidando como un festival importantísimo… Ahí, tienes fotos mías con Ken Loach o con Dennis Hopper cuando acudieron al certamen… Con Mamerto, se acabó instituyendo una moneda propia para el Festival. Aquello fue una cosa increíble… Enrique Bolín, alcalde de Benalmádena, le dio del tirón a Mamerto el presupuesto para dos años pero se lo gastó solo en uno. Entonces, acabó emitiendo unos tickets de comida y regalos para los invitados, supuestamente avalados por el Ayuntamiento, y aquellos tickets se convirtieron en moneda, se pagaban cosas… Y aun habiéndose gastado el presupuesto, fue capaz de traer a David Carradine, que, por cierto, cogió una borrachera como un demonio… Son unos años de efervescencia que yo los pillé y donde me entraron ganas de hacer cine. Fui experimentando, hice videocreación… En el documental, era un formato que yo me sentía cómodo porque el documental siempre te ha permitido la libertad de hacer cosas desde una producción pequeñita… Aquí, en Málaga, nunca podíamos asumir hacer una película. Hubiera sido una locura. Las películas que se hicieron en Málaga, tenían a Málaga como escenario pero nunca fueron producciones malagueñas ni realizadas por técnicos malagueños. Poco a poco, fue surgiendo gente. Ezekiel Montes, Enrique García… Ahí, yo tuve la suerte de coger una época dorada de la publicidad que me dio para vivir y empecé a dirigir publicidad… Era una novedad para mí que, por dirigir, te pagaban y te pagaban una pasta pecaminosa… Fíjate cómo sería que, yo, cuando cobraba mi factura por dirigir un spot, me sentía tan mal que, automáticamente, apadrinaba a un niño… Luego, vino la crisis, ya no hacía publicidad, pero seguía apadrinando a esos tres niños de Ayuda en Acción… Fue una buena época y, gracias a la publicidad, tengo estas oficinas. Ahora, vuelve un poco a Málaga a haber industria… Ahí está Peter Welter, que empezamos juntos, en esos años hicimos un corto White Walls, que fue el primer corto que se rodó en Málaga en formato profesional en cine. Peter era el director y yo era el productor junto a Paulino. El equipo era todo alemán y ¡lo que nos costó! Yo lo di por bien pagado porque para mí fue como un máster porque venían esos alemanes y yo aprendía de ellos… Ese corto me parece que se estrenó en el Festival de Cine de Berlín, en la sección Panorama y no volvió a verse casi en ninguna parte. Yo me dediqué al documental, varios premios que hay por ahí son por documentales… También te digo otra cosa: el hecho de que yo tenga plaza de funcionario y que pudiera volver a ella cuando las cosas no iban bien, me permitió que yo no me prostituyera dentro del audiovisual… ¿Qué significa eso? Que yo tengo muchos compañeros que han perdido la creatividad y el talento porque han estado trabajando en teles locales… Lo que parecía, en un momento dado, que era tocarte la lotería, llevó a que la gente que se quedó anclada en la cámara de una tele local, después no hizo nada. Se ve que cogieron odio a su trabajo, se ve que se prostituyeron en el sector y, después, no han seguido.



Con Kike Mesa, conocemos la trayectoria esencial del cine malagueño en las últimas dos décadas (Fotografía: Lorenzo Hernandez)


SU AMISTAD CON JESÚS FRANCO

Este pensamiento que nos acaba de comunicar Kike se enlaza con la  continuación con la visita a las oficinas, y, creo que no por casualidad, nos detenemos ante una estantería con DVDs y ahí surge (resurge, porque ya hemos hablado al principio de él) un nuevo aspecto de la vida de Kike Mesa que es fundamental para comprender su trayectoria y su personalidad como cineasta y es su amistad con un director que tenía muy a gala hacer, de manera insobornable, solo eso que le pidiera el cuerpo.

KIKE MESA: Mira, esta es la filmografía de Jesús Franco. Pero la que él tenía en su casa. Jesús tenía en su casa sus películas y las tenía en versiones francesas, coreanas... (Nos muestra la edición alemana de La maldición de Frankenstein – 1973 –). Cuando Jesús fallece, pues se queda allí esto porque las cosas de valor se las habían llevado los hijos del casero. Cuando yo llegué allí, solo quedaba su filmografía, sus discos y algún que otro recuerdo. En su momento, él me estuvo insistiendo en que editáramos un libro en donde él quería contar toda la verdad sobre su obra. Yo le dije: “Mira, Jesús. Yo te edito un libro con dos condiciones. La primera, que ya que me voy a gastar la pasta en la edición, que no me cobres por lo que vas a decir. La segunda, que una cámara lo grabe todo porque yo no me fío de las barbaridades que tú dices porque me puedo encontrar con una demanda en un momento dado y yo tengo que demostrar que eso lo has dicho tú, que tú eres responsable de tus palabras”. Dijo que sí a las dos condiciones. La segunda, la de la cámara, la cumplió. La primera, no. Cuando llevábamos un mes rodando, me acabó pidiendo que le pagara algo… Al final, editamos el libro, Jess Franco: Una cámara y libertad. Lo editamos nosotros, la productora Ándale, a petición de Jesús y una de las cosas que a mí me hace más ilusión es que, en él, aparecen todas y cada una de las películas de Jesús detalladas. Todas. Numeradas…


Las cenizas de Jesús Franco, con una fotografía suya junto a Kike Mesa, posando con el Goya honorífico concedido en 2009 y un ejemplar del libro Jess Franco: Una cámara y libertad. (Fotografía: Lorenzo Hernandez)


Empezamos a hablar de la filmografía de Jesús y de los problemas que tuvo, en su momento dorado, (en las películas protagonizadas por Soledad Miranda), para estrenar en España. Le mencionó el ejemplo de Sie tötete in Ekstase (1971) que me parece una de las mejores películas de la historia de nuestro cine pero que se quedó en un limbo administrativo y, por no tener, no tiene ni título en español.

KIKE MESA: Él era un tipo que tenía una compulsión tan grande por rodar que no perdía el tiempo en esas cosas. Hacía una película, hacía otra, contaba las anécdotas… Primero, que era un genio. Porque sabía de música, sabía de literatura… Era un tío que yo decía que se parecía a Forrest Gump porque siempre había estado en el momento justo al lado de la gente importante. Había sido ayudante de dirección del propio Orson Welles. Tú mencionabas a Orson Welles y te hablaba de Orson Welles… Le mencionabas a Klaus Kinski y te hablaba de Klaus Kinski… Le mencionabas a Jack Palance y te hablaba de Jack Palance… Y, además, era un tipo muy, muy inteligente. Y era de esa clase de tíos tan inteligentes que se permiten el lujo de reírse de ellos mismos, que no se toman en serio muchas cosas y no tienen ningún tipo de ego.


CINE CONTEXTO: Yo creo que, con las películas de Soledad Miranda, Jesús Franco alcanzó un nivel que, después, tras la muerte de ella, no llegó a alcanzar. Creo que ambos llegaron a formar la combinación perfecta…

KIKE MESA: Él la había descubierto. Era la sobrina de Paquita Rico. Actuaba en cabarets. Jesús decía que ella tenía la gracia de los gitanos. Cuando la pone junto a Christopher Lee en El Conde Drácula, este se quejó porque le dijo que cómo iba a poner a una debutante para hacer ese papel. Cuando hicieron la primera escena, Christopher Lee se enamoró de ella. Decía: “Maravillosa. La invito a cenar. Que venga a mi mesa esta noche”. Yo tuve la oportunidad de conocer a Christopher Lee gracias a Jesús Franco. Cuando él vino a presentar el disco que había grabado de ópera, yo quise traerlo a Málaga para el Festival de Cine Fantástico. Pero no tenía ninguna posibilidad de contactar con él. Entonces, le pregunté a Jesús: “Jesús, tú, ¿qué relación tienes con Christopher Lee)”. Y él me contestó: “¿Nosotros dos? Como si fuéramos primos”. Le pedí entonces que le llamara y que le invitáramos a que viniera. Conseguimos que Jesús hablara con Christopher y le dijo que tenía pensado ir a Sevilla. Fuimos a verlo, Jesús, su mujer, Lina Romay, y yo a un hotel de la sierra de Sevilla que era de la sobrina de él, de Christopher Lee. Nos citó allí y, cuando llegamos, estaba el tío vestido de traje y corbata, con un calor que hacía en Sevilla que no veas, y estaba sentado esperando a Jesús. Llegó Jesús en la sillita de ruedas y se acabaron bebiendo los dos una botella de vino fino. Estuvieron los dos contándose batallitas…



Kike Mesa mostrando la edición alemana de La maldición de Frankenstein (Fotografía: Lorenzo Hernandez)


 Ediciones de las películas de Jesús Franco que el director atesoraba en su casa (Fotografía: Lorenzo Hernandez) 


CINE CONTEXTO: Tú también conociste a Berlanga gracias a Jesús, ¿no?

KIKE MESA: Sí, porque las memorias de Berlanga las escribió Jesús Franco: Bievenido, Mr. Cagada (Memorias caóticas de Luis García Berlanga). Yo tengo la suerte de que, cuando El País Aguilar decide editar este libro, Lina Romay no podía llevar a Jesús a Madrid porque la habían obligado a hacer un curso del desempleo. Era la época en que, para cobrar el desempleo, te tenían que tener ocupado. Si no tenías trabajo, hacías un curso y Lina estaba haciendo un curso de radio. Entonces, Lina no podía llevar a Jesús hasta la terraza del hotel Ritz que era donde se habían concertado los encuentros con Luis García Berlanga. Y me pidió Jesús que le llevara yo. Iba con él hasta Madrid, en el AVE le ayudaba a bajar con la sillita de ruedas, pedía un taxi hasta el Ritz… Llegábamos y allí estaba Berlanga. Estaba también la editora de El País con la grabadora para registrar las entrevistas. Eran conversaciones abiertas donde se hablaba de todo sin tapujos. Cuando la editora se dio cuenta de que yo era apañado y podía cambiar las cintas y eso, pues nos pagaba igual las comidas y las bebidas y dejó ese cometido para mí y ella ni iba. Entonces, los tres días que duraron las conversaciones yo estuve con ellos dos, con Berlanga y con Jesús Franco. Tú, imagínate. Empezaban siempre la primera media hora con una competición a ver quién estaba más enfermo. Porque Berlanga era un hipocondríaco enorme. Yo les decía, entonces, venga, venga, vamos a hablar de esto o de lo otro… E íbamos tocando distintos temas. Eran dos ancianos venerables hablando de todo y, de ahí, salieron las memorias de Berlanga. Trajo Jesús a Málaga las grabaciones, las pasó a limpio Lina y las enviaron a Madrid donde hicieron las últimas rectificaciones…

CINE CONTEXTO: Con todos los años de amistad que tuviste con Jesús Franco, ¿qué opinas de su cine?

KIKE MESA: Jesús Franco estaba por encima del bien y del mal. Era un tío que tenía la libertad creativa de hacer lo que le salía de la punta de la nariz, como quería y cuando quería. ¿Tú sabes qué odiaba Jesús Franco? La mediocridad creativa. A los mediocres, los odiaba. Otro director que tuve la oportunidad de conocer fue a Milos Forman. ¿Te acuerdas de esa escena de Amadeus en que Salieri dice: “Mediocres del mundo, yo os bendigo porque vosotros heredaréis la tierra”? Pues, mira, yo junté a los dos, a Jesús Franco y a Milos Forman, en un campus cinematográfico del que hay material gráfico. Unos personajes que venían de mundos dispares: Forman, un perfeccionista, y Jesús, que podía parecer que le daba igual ocho que ochenta, que la luz, que el raccord, que la continuidad… Pero cuando yo los senté juntos a comerse un queso y a beberse un vino, eran tan iguales que yo decía: “Parecen hermanos”. Eran dos genios de la creatividad. ¿Qué le sucedía a Jesús? Que llegó un momento en que entró en una dinámica que yo pongo en comparación con el cubismo. Jesús va renunciando a cosas. Es como Picasso. Picasso, con ocho o diez años, pinta de forma hiperrealista. Y, en un momento dado, empieza a decirse a sí mismo: “Es que yo no necesito tanto hiperrealismo para transmitir una emoción. Yo quiero transmitir un concepto, una idea, una emoción. Y lo voy a hacer de esta manera…”. Va sustrayendo información… Jesús es picassiano en ese sentido. Va sustrayendo cosas. Él llega un momento en que dice: “Yo voy a hacer un minimalismo narrativo”. Yo hice un documental donde él se explaya, Jesús Franco. Manera de vivir, que tengo colgado en youtube, y, en un momento dado, le pregunto si su cine es comparable al de Ed Wood. Y casi me mata. Se cabrea conmigo y me insulta ante la cámara. Dijo: “Yo puedo ser un mal director pero yo no soy un gilipollas. Pero Ed Wood era un gilipollas. Tú, tú, eres un analfabeto cinematográfico si me comparas con Ed Wood”. Yo estoy convencido de que Jesús ha sido el hombre más inteligente que ha habido en este país. Un tipo que era políglota cuando en este país la gente no hablaba un idioma. Que ha sido capaz de leer a sus clásicos en su lengua, que ha leído a Shakespeare en inglés, que ha leído Los miserables en francés… Un tipo que era un erudito. Un músico increíble. Se le ha atribuido un cine de ínfima calidad cuando yo creo que era un cine minimalista y casi cubista.



Autógrafo de Duke Ellington que fue propiedad de Jesús Franco (Fotografía: Lorenzo Hernandez)


Hemos resumido lo que fue una conversación fascinante y que nos deja la miel en los labios porque se nos ocurrieron decenas de preguntas que, por falta de tiempo, no hemos podido hacer. Porque teníamos que hablar del motivo que nos ha llevado hasta las oficinas de Kike Mesa: el estreno de Maniac Tales. La semana que viene, hablaremos largo y tendido del origen y esencia de este magnífico film de terror.




La conversación con Kike Mesa ha sido un auténtico placer cinéfilo (Fotografía: Lorenzo Hernandez)


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